A diferencia de lo que se ha pensado siempre, el sol no es recomendable para mejorar el acné o las pieles grasas. Es verdad que la exposición solar tiene un efecto bactericida, es decir, puede eliminar bacterias implicadas en la génesis del acné y tiene un efecto antiinflamatorio que mejora el aspecto de la piel de forma transitoria. Pero nuestra piel, para protegerse de los rayos ultravioletas, aumenta su grosor. Aunque a simple vista no sea perceptible, ese engrosamiento puede causar un taponamiento de los poros. Cuando llega el otoño y la exposición al sol disminuye, desaparece el efecto antiinflamatorio pero permanece ese engrosamiento de la piel y se produce el conocido "efecto rebote", el acné vuelve a aparecer.
Es muy importante, usar durante el verano protectores solares específicos para cada tipo de piel y no abandonar los tratamientos dermatológicos, en aquellas personas que los necesiten. Tras los meses estivales se deben realizar exfoliaciones periódicas y utilizar cremas con ácido salicílico, que mejoran la regulación del sebo.
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