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La prevalencia de insomnio crónico se ha duplicado en España en las últimas dos décadas

El último estudio que se había realizado hasta la fecha sobre la prevalencia del insomnio en España, llevado a cabo en los años 1998-1999, encontró que el 6,4% de la población española adulta cumplía los criterios diagnósticos de trastorno de insomnio crónico, un trastorno del sueño caracterizado por la existencia de un síndrome de insomnio -dificultades para dormir con consecuencias diurnas al menos tres días a la semana- que se prolonga durante al menos tres meses y que no se explica por un entorno inadecuado, tiempo insuficiente para dormir, o la existencia de otros trastornos del sueño u otras enfermedades.

Ahora, un nuevo estudio liderado por miembros del grupo de trabajo de Insomnio de la Sociedad Española de Sueño (SES) y financiado por la propia entidad con la colaboración de Exeltis España, ha encontrado que esas cifras se han más que duplicado en las últimas décadas. Concretamente, según los datos de la investigación, recabados entre los años 2018 y 2019, el insomnio crónico afectaría ya al 14% de la población adulta, alrededor de 5,4 millones de personas.

Los datos del estudio, que será publicado en el mes de diciembre por la prestigiosa revista científica Sleep Epidemiology, fueron obtenidos a través de una encuesta telefónica realizada a más de 2.000 personas que constituían una muestra representativa de la población española mayor de edad (con una distribución similar a la población real total en cuanto a edad, sexo, comunidad autónoma y tamaño del lugar de residencia) y de la que se excluyó a quienes realizaban trabajo en horario de noche.

La alta prevalencia del trastorno de insomnio crónico en España, con un curso en crecimiento que también aparece en otros países desarrollados, requiere una profunda reflexión sobre las causas de esta situación, y la adopción de medidas preventivas y terapéuticas. El insomnio tiene un efecto negativo sobre la calidad de vida, se relaciona con problemas de salud médica y mental, y tiene un impacto económico adverso tanto a nivel laboral como sanitario, donde los costes indirectos superan a los directos, por lo que suelen pasar desapercibidos”, ha explicado el doctor Manuel de Entrambasaguas, neurofisiólogo experto en medicina del sueño del Hospital Clínico de Valencia y autor principal del estudio, durante la rueda de prensa celebrada esta mañana en el marco del XXXI Congreso de la SES, que se celebra estos días en Toledo.

La alta prevalencia del trastorno de insomnio crónico en España, con un curso en crecimiento que también aparece en otros países desarrollados, requiere una profunda reflexión sobre las causas de esta situación, y la adopción de medidas preventivas y terapéuticas. El insomnio tiene un efecto negativo sobre la calidad de vida, se relaciona con problemas de salud médica y mental, y tiene un impacto económico adverso tanto a nivel laboral como sanitario, donde los costes indirectos superan a los directos, por lo que suelen pasar desapercibidos”, ha explicado el doctor Manuel de Entrambasaguas, neurofisiólogo experto en medicina del sueño del Hospital Clínico de Valencia y autor principal del estudio, durante la rueda de prensa celebrada esta mañana en el marco del XXXI Congreso de la SES, que se celebra estos días en Toledo.

Las mujeres y la población mayor de 55 años, los más afectados

Los resultados del estudio ponen también de relieve que la prevalencia del trastorno insomnio crónico es mayor entre las mujeres que entre los hombres (14.6% vs 13.4%), así como entre los adultos mayores de 55 años (17.9%) que entre la población más joven. La prevalencia, de hecho, baja hasta el 11.5% en los adultos de entre 35-54 años, y hasta el 11% en el grupo de población entre 18 y 34 años.

La mayor prevalencia en las personas ancianas se atribuye al deterioro normal del sueño por el envejecimiento, a la presencia de enfermedades crónicas, y a la pérdida de sincronizadores del ritmo circadiano por aislamiento o sedentarismo. En mujeres, por su parte, se sospecha de la influencia de factores socio-económicos y de una mayor vulnerabilidad a problemas físicos que causan dolor y a problemas de salud mental. Este análisis aún está pendiente”, ha argumentado Manuel de Entrambasaguas, que ha señalado que, pese a ello, sin embargo, quienes peor duermen y tienen más consecuencias diurnas son los jóvenes, “pero como este problema no tiende a cronificarse y no se medican, su prevalencia a nivel trastorno es la más baja. Además, algunos podrían sufrir otros trastornos del sueño no diagnosticados, como sueño insuficiente o retraso de fase del ritmo circadiano”.

Los resultados del estudio, tal y como ha señalado el portavoz, permiten sospechar que hay muchas personas con trastornos del sueño no diagnosticados y por tanto no tratados, así como personas con síntomas de insomnio que no se han diagnosticado correctamente y que, por tanto, no han recibido el tratamiento adecuado. “En el sistema nacional de salud es escaso el número de unidades multidisciplinares de trastornos del sueño. Parte de este problema está en la falta de transversalidad en la atención sanitaria, basada en especialidades que no se comunican todo lo necesario entre sí, y en la falta de profesionales. En este sentido, la SES es un ejemplo de transversalidad y comunicación entre profesionales de distintas especialidades, pero falta que esta situación se traslade desde al ámbito científico a la gestión asistencial”, ha lamentado.

La terapia cognitivo-conductual como tratamiento recomendado

El estudio liderado por el grupo de trabajo de Insomnio de la SES también permite apreciar cómo es el abordaje de este trastorno. Según los datos del mismo, el 9.3% de las personas entrevistadas refirió tomar medicación con receta para dormir, siendo los fármacos más consumidos lorazepam, diazepam, lormetazepam y zolpidem (aunque un 20% de las personas que formaron parte del estudio no supo dar el nombre del fármaco que usaba para dormir). De la misma forma que con la prevalencia, el uso de medicamentos para dormir fue superior en los adultos mayores y en las mujeres respecto a los hombres.

Los fármacos citados pueden ser problemáticos en las personas mayores, que son sus principales consumidores, por asociarse a un mayor riesgo de caídas y de deterioro cognitivo. Un dato interesante del estudio es que el tratamiento farmacológico no era eficaz en el 25% de las personas que los consumían, ya que seguían durmiendo mal, mientras que el 18% pensaba que no tendría problemas para dormir si no tomara esa medicación, pero la continuaba tomando. Estos datos alertan sobre la falta de seguimiento y control de estos tratamientos”, ha reflexionado el doctor Entrambasaguas, que ha recordado que las cifras de prevalencia presentadas proceden de 2018-19 y reflejan la situación previa a la pandemia de la Covid-19, cuyo impacto ha provocado un incremento notable en el consumo de fármacos hipnóticos-sedantes y de fármacos ansiolíticos, lo que sugiere que la prevalencia del trastorno de insomnio crónico en España ha podido superar ya el 14% obtenido en 2018-2019. “La evolución del número de prescripciones de estos fármacos en los próximos años mostrará si esta tendencia se corrige o se mantiene”, ha añadido.

En todo caso, el coautor del estudio ha remarcado que el tratamiento de inicio recomendado para cualquier persona adulta con trastorno de insomnio crónico es la terapia cognitivo-conductual (TCC-I), que es el tratamiento que ha mostrado mayor eficacia incluso a largo plazo que los fármacos habitualmente empleados en el tratamiento del insomnio y, además, sin sus efectos secundarios. En esta línea, la Sociedad Española de Sueño ha organizado un curso de posgrado sobre esta modalidad terapéutica como parte de la oferta formativa de su XXXI Reunión Anual.

La TCC-I es un sistema de tratamiento con distintos componentes, que incluye la educación, con información fiable sobre el sueño fisiológico y el insomnio, la higiene del sueño, que tiene que ver con adoptar rutinas y entorno que favorezcan el sueño, y las terapias de relajación. El componente conductual incluye la restricción o compresión del tiempo en cama, para limitar ese tiempo al que realmente se duerme y que poco a poco se vaya incrementado, y el control de estímulos, para favorecer la asociación entre cama y dormitorio con el sueño. El componente cognitivo desmonta creencias erróneas sobre el sueño y el insomnio, y también puede incorporar la reestructuración de esquemas cognitivos maladaptativos. Además, cada vez tiene más interés el mindfulness o atención plena, que puede facilitar la regulación de las emociones y un mejor control de los pensamientos”, ha concluido el experto.

 

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