El metabolismo de los niños, es el proceso vital por excelencia y está estrechamente relacionado con la alimentación infantil. Es el conjunto de reacciones químicas producidas en el organismo para que el cuerpo realice todas sus funciones. En el proceso metabólico se utilizan los nutrientes de los alimentos de dos formas: se liberan para conseguir energía o se almacenan para utilizarlos cuando los necesite. Los nutrientes sobrantes, generalmente, se almacenan en los tejidos corporales, en los músculos, en el hígado y en la grasa corporal. De ahí la necesidad de que el niño se mantenga activo, para que su metabolismo utilice los alimentos cuanto antes para tener más energía y no reserve demasiados en forma de sobrepeso.
Artículo escrito por Caty Yeh, farmacéutica adjunta de Vitoria, publicado en el especial Pediátrico de Farmaventas 168
Los distintos tipos de metabolismo
Según el metabolismo de cada persona, el cuerpo utiliza o guarda los nutrientes sobrantes de los alimentos y eso es precisamente lo que influye en el peso de los niños. El metabolismo viene determinado por factores genéticos, pero no se trata de un don ni de una maldición, ya que los hábitos alimenticios y de ejercicio dependen de cada uno. Hay dos tipos de metabolismo:
El metabolismo rápido. Los niños con un metabolismo rápido no suelen tener problemas de obesidad porque su organismo transforma rápidamente los nutrientes en energía. Una energía que ellos gastan en forma de actividades físicas y de mantenerse activos durante todo el día.
El metabolismo lento. Por el contario, los niños con un metabolismo lento son los que tienden a sufrir problemas de sobrepeso en la infancia porque su organismo guarda el exceso de nutrientes en forma de grasa de corporal, ya que la demanda de energía no es tan alta. Pero si bien no podemos hacer nada por cambiar el metabolismo, sí podemos concienciar al niño de la necesidad de practicar más deporte y alimentarle de forma más saludable.
Crecimiento y desarrollo del niño
A través del crecimiento el niño aumenta su masa corporal por tres procesos: aumento del número de células, aumento del tamaño de éstas y por el enriquecimiento del contenido del espacio extracelular. Sin embargo, gracias al desarrollo todas esas células adquieren un nivel de organización superior, que dota a los órganos de mayor funcionalidad. Por tanto, el crecimiento es cuantitativo y como tal se mide, mientras que el desarrollo es algo cualitativo y, además, ambos procesos no tienen por qué ser paralelos.
El crecimiento es un proceso continuo desde la fecundación hasta la adolescencia, pero la velocidad de crecimiento varía, desde el nacimiento hasta el inicio de la edad adulta estableciéndose distintos periodos: etapa de lactante de rápido crecimiento y maduración del organismo, etapa preescolar con intenso desarrollo cognitivo, etapa escolar de crecimiento estable y aceleración del crecimiento en la pubertad.
Durante los dos primeros años de vida, se sustituye el mecanismo de regulación paracrino-autocrino por la regulación endocrina, liderada por la hormona del crecimiento a partir del 6º mes de vida. Además, no sólo hay un aumento notable del peso, la talla y la grasa corporal, sino que las proporciones corporales cambian dando mayor porcentaje al segmento inferior. El crecimiento es de aproximadamente 12 cm el segundo año y 8-9 cm el tercero. Es un periodo madurativo en el que tiene lugar un rápido aprendizaje del lenguaje, de la marcha y de la socialización.
A los 3 años, la madurez de la mayoría de los órganos y sistemas es similar a la del adulto. Se produce un aumento de las necesidades proteicas por el crecimiento de los músculos y otros tejidos. El aumento de peso es de entre 2-2,5 kg/año. Desde los tres años y hasta el inicio de la pubertad, hay un crecimiento lento y uniforme, con un aumento de talla de 5-7 cm/año y 2,5-3,5 kg/año y desde los 5 años hasta la adolescencia hay un periodo de crecimiento lento y continuado.
El periodo comprendido entre los 7-12 años viene marcado por el aprendizaje de la vida social: disciplina escolar, horarios estrictos, esfuerzo intelectual, iniciación al deporte. Hay un mayor gasto calórico por la práctica deportiva y un aumento de la ingesta alimenticia. El crecimiento es regular y lineal (5-6 cm/año). Se produce un aumento de 2 kg/año en los primeros años y de 4-4,5 kg cerca de la pubertad. Constituye una fase de educación nutricional fundamental en la adquisición de hábitos de alimentación saludables.
Por último, en la pubertad coinciden un crecimiento elevado y fenómenos madurativos muy importantes, con el objetivo final de que el adolescente alcance la talla adulta, el dimorfismo sexual y su capacidad reproductora. Cabe destacar el estirón puberal con alta velocidad de crecimiento en longitud y de maduración de las gónadas y genitales, lo cual ocurre sobre los 12 años en las niñas y los 14 en los niños.
Suplementos para niños
Una buena alimentación es fundamental para el crecimiento y desarrollo correcto de los niños, así como para la protección frente a muchas enfermedades. A través de una dieta equilibrada y variada, se garantizan todos los nutrientes y el aporte de energía adecuados, sin que sean necesarios suplementos adicionales. Sin embargo, cuando la ingesta de nutrientes a través de la dieta no consigue cubrir las necesidades requeridas por los niños, se puede recurrir a complementos alimenticios destinados a tal fin que se encuentran disponibles en las farmacias comunitarias.
Los suplementos y complementos nutricionales se prescriben en casos especiales como la desnutrición. Es importante resaltar que sólo están indicados en casos de deficiencia nutricional, inapetencia regular o enfermedades crónicas, previa valoración del pediatra o del nutricionista. En este sentido, el farmacéutico desempeña un papel clave en la recomendación o consejo nutricional.
Los suplementos son productos que incluyen todos los nutrientes, hidratos de carbono, proteínas, grasas, vitaminas y minerales. Los complementos, en cambio, aportan el nutriente específico que le hace falta al niño: proteínas, vitaminas o minerales.
Los complementos nutricionales están indicados en casos de falta de apetito o bien cuando hay requerimientos energéticos aumentados. Se encuentran disponibles en diferentes formatos: formato polvo, que puede aportar el 50% de la proteínas diarias necesarias y el 30% de los requerimientos diarios de vitaminas y minerales y en barritas, enriquecido con 5 vitaminas y 3 minerales y un 25% de las necesidades diarias de calcio, hierro y magnesio. Están indicados como soporte nutricional para la recuperación de trauma o enfermedad; como soporte nutricional a largo plazo y para el mantenimiento del crecimiento normal. Estos productos se adquieren en farmacias comunitarias y su uso viene recomendado por pediatras y farmacéuticos.
En la práctica diaria, son frecuentes las consultas de los padres acerca de la necesidad de administrar suplementos vitamínicos a sus hijos. Por lo general, no se recomiendan en niños que sigan una dieta sana y variada. En cambio, existen algunos casos en los que los niños pueden presentar riesgo nutricional, y por tanto podrían beneficiarse del uso de suplementos. Para ello, debemos conocer en qué casos se recomienda la suplementación:
En caso de anorexia infantil.
Cuando existe inapetencia que puede responder a enfermedades orgánicas agudas (infecciones febriles agudas, hepatitis, neumonías), o crónicas (enfermedades digestivas).
Si padecen enfermedades crónicas, como fibrosis quística, enfermedad inflamatoria crónica intestinal, cirrosis, atresia biliar y trastorno del transporte de lípidos. En estas situaciones, puede verse afectada la absorción de vitaminas liposolubles como la D y la E.
Proceden de familias con carencias o sufren negligencia o abuso por parte de sus padres.
Siguen dietas estrictas, en algunos casos para el manejo de la obesidad.
Siguen dietas vegetarianas sin una ingesta adecuada de productos lácteos.
Lactantes que se alimentan con leche materna, ya que ésta es pobre en vitamina D, por lo que se necesita un aporte de 400 UI de vitamina D por día.
Bebés que reciben lactancia artificial en cantidades inferiores a 1.000 ml día. Se considera que no cubren los requerimientos de vitamina D, por lo que se recomienda un aporte de 400 UI de esta vitamina al día.
Adolescentes y niños que no consuman suficiente vitamina D en la dieta y no realicen una correcta exposición solar.
En el mercado existen distintos preparados, algunos contienen una única vitamina; otros, son asociaciones de varias vitaminas complementados o no con minerales. Por lo general, son bien tolerados, pero hay que tener en cuenta una serie de recomendaciones que deben seguirse a la hora de elegir uno u otro:
Se debe prestar especial atención al contenido de vitaminas liposolubles (A, D, E y K), porque en altas cantidades pueden resultar perjudiciales para la salud. El hecho de consumir más vitamina A de la que el niño necesita puede dañar su hígado.
En el caso de las vitaminas hidrosolubles, y a pesar de que se eliminan con más facilidad, tampoco es recomendable una ingesta excesiva. La vitamina C, por ejemplo, puede causar (en grandes dosis) dolores de cabeza, diarrea, náuseas y calambres.
Debemos considerar el contenido de hierro indicado en el envase para evitar ingerir cantidades superiores a las recomendadas. Cuando el organismo recibe más hierro del que es capaz de eliminar, éste puede acumularse en los tejidos y órganos del cuerpo, como el hígado y el corazón, y provocar daños.
Ha de tenerse en cuenta el contenido en calcio elemental, puesto que en los suplementos vitamínicos el calcio aparece en forma de sales. Así, los preparados que contienen carbonato cálcico tienen un 40% de calcio elemental, los de calcio-fosfato tribásico un 38%, los de calcio citrato un 21% y los de gluconato cálcico un 9%. Se recomienda tomar en las comidas, ya que se absorbe mejor en medio ácido. No se debe superar la dosis recomendada, porque puede causar estreñimiento, cálculos renales y dificultad de absorción del hierro y el zinc.
Se debe elegir la presentación más adecuada a la edad del niño. Así, las presentaciones líquidas se recomiendan para la administración a lactantes y niños menores de 3 años. Para mayores de 3 años, las formas masticables se consideran seguras, puesto que ya pueden consumir alimentos y dulces duros. Las cápsulas y los comprimidos se reservan para niños mayores y adolescentes que tengan facilidad de tragar este tipo de preparados.
Deben evitarse en caso de hipersensibilidad a alguno de los componentes, insuficiencia hepática, biliar o renal grave.
Papel del farmacéutico comunitario
La labor del farmacéutico comunitario en el terreno de la nutrición y asesoramiento infantil es esencial. En primer lugar, porque es la farmacia donde se dispensan muchos de los productos propios de los niños y en segundo lugar, porque incide de forma positiva en el estado de salud de los niños y representa un eslabón importante de la cadena formada por padres, cuidadores y pediatras. El farmacéutico comunitario debe transmitir claramente la importancia de la nutrición para su salud y el impacto de los hábitos dietéticos de la infancia en la salud del adulto.
Es recomendable que sea el pediatra quien decida qué niño necesita suplemento y qué tipo de preparado es el más adecuado, especialmente en el caso de los más pequeños. Si los padres solicitan por su cuenta suplementos en la farmacia, se les debe advertir que estos productos no sustituyen a una dieta saludable ni carecen de riesgo cuando se consumen sin que se haya detectado que sean necesarios, por lo que es conveniente que, antes de tomarlos, consulten con el pediatra.
Desde la farmacia comunitaria, podemos aconsejar e informar de hábitos alimentarios adecuados para asegurar un correcto aporte de nutrientes y energía:
Seguir una dieta variada y distribuida en cinco tomas: desayuno, media mañana (complemento del desayuno), comida, merienda y cena.
Elegir preferentemente alimentos vegetales: hortalizas, frutas, cereales, legumbres, frutos secos y semillas, que son la principal fuente de vitaminas, minerales y fibra de nuestra dieta, además de aportar gran cantidad de agua y sustancias antioxidantes.
Usar aceite de oliva como grasa principal, evitando en la medida de lo posible la grasa de origen animal. El aceite de oliva es muy rico en vitamina E, beta-carotenos y ácidos grasos monoinsaturados.
Los niños necesitan un aporte de energía mayor que el de los adultos en relación a su peso, por eso es necesario aumentar el consumo de alimentos ricos en hidratos de carbono complejos (pasta, arroz, pan...) y de alimentos ricos en fibra, y reducir el consumo de azúcares, dulces, bollería y snacks.
Disminuir la ingesta de alimentos fritos y procesados, y sustituirlos por alimentos frescos y de temporada.
Consumir diariamente productos lácteos, principalmente yogur y quesos, de forma que se asegure que se aporta el equivalente a 500 ml de leche al día. Estos productos son fuentes de proteínas de alto valor biológico, minerales y vitaminas. Además, los fermentados (yogur, etc.) aportan microorganismos vivos capaces de mejorar el equilibrio de la flora intestinal.
Son recomendables las carnes bajas en grasa y sólo ingerir carne roja con moderación. A pesar de su alto contenido en hierro, el consumo excesivo puede ser perjudicial para la salud.
Consumir pescado en abundancia, por su alto contenido en omega-3.
Tomar huevos con moderación. Tres o cuatro huevos a la semana son una buena forma de aportar proteína animal.
Aumentar el consumo de fruta fresca, sea de postre, en el desayuno, a media mañana o en la merienda.
Disminuir el consumo de sal y siempre que sea posible usar sal yodada.
Beber agua en lugar de bebidas azucaradas.
Servir las raciones apropiadas en tamaño según la edad del niño y su gasto energético.
Establecer horarios y un lugar regular para comer, sin distracciones.
Realizar actividad física diaria, ya que es tan importante como comer adecuadamente.
En caso de que sea necesario tomar suplementos, es importante recordar que deben respetarse las dosis y las pautas de administración, ya que pueden producirse problemas tanto por exceso como por defecto.