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Nuestro cerebro no está preparado para la vida moderna, en constante ajetreo, incertidumbre y presión. Los estudios, el trabajo y las actividades que exigen gran atención, hacen que las personas estén en continuo estado de vigilancia. Este estado de constante vigilancia se potencia con puestos de responsabilidad, toma de decisiones, liderazgo de equipos o familias, haciendo que el cerebro literalmente se sobrecargue y no pueda procesar la información de forma fluida. Para que nuestro cerebro esté en forma necesitamos, al menos, trabajar una variable clave en nuestro día a día: un sueño de calidad.