A las puertas del Día Mundial del Sueño, que se celebra el próximo viernes 15 de marzo, la doctora Alicia López de Ocáriz, experta médica de Cinfa, recuerda la importancia de que el sueño sea adecuado en cuanto a cantidad y calidad, de cara a permitirnos disfrutar de un óptimo estado de salud.
“El sueño es una necesidad biológica de nuestro organismo, una de las inversiones más rentables en salud, ya que dormir nos permite restablecer durante la noche las funciones físicas y psicológicas esenciales para disfrutar de un pleno bienestar al día siguiente. Por eso, no descansar las horas suficientes o no hacerlo en buenas condiciones puede originar fallos de memoria y de razonamiento, un estado de peor humor, irritabilidad o ansiedad, y acarrear un menor rendimiento en el trabajo. La privación del sueño incluso puede aumentar el riesgo de sufrir accidentes de tráfico, domésticos y laborales”, apostilla.
Si hablamos de cantidad, para asegurarnos un buen descanso, debemos saber que las necesidades de sueño varían a lo largo de la vida, fundamentalmente en relación con la edad.
“Mientras que en el recién nacido el tiempo de sueño es de 14 a 17 horas o más, los niños y adolescentes precisan dormir unas 9 o 10 horas cada día. En la edad adulta, lo recomendable es una media de 7-8 horas, mientras que los mayores de 65 años suelen dormir menos de 7, ya que a medida que envejecemos el sueño se hace más frágil y se interrumpe con mayor facilidad”, resume López de Ocáriz, que insiste, no obstante, en que “cada persona tiene unas necesidades diferentes según las horas de sueño con las que se siente descansada y le permiten llevar a cabo su actividad diaria habitual”.
Causas emocionales y factores externos
Sin embargo, la realidad es que entre el 20% y el 48% de la población adulta de nuestro país sufre en algún momento dificultad para iniciar o mantener el sueño, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Como señala la experta de Cinfa, “entre las causas de insomnio se encuentran las alteraciones emocionales propias del día a día, acompañadas de sentimientos de angustia y preocupación que afloran en el momento de conciliar el sueño. También las enfermedades psiquiátricas, como la ansiedad o la depresión, pueden perjudicar el descanso, así como otros trastornos físicos que produzcan dolor, picores o incomodidad”.
Por otro lado, existen algunos factores externos que pueden afectar directamente a la calidad de nuestro descanso, como son unos malos hábitos de sueño, el consumo excesivo de alcohol o de sustancias estimulantes como el café o el chocolate, el trabajo por turnos o los viajes frecuentes a zonas con husos horarios diferentes. Junto a las condiciones ambientales, este tipo de aspectos son los que podemos cambiar para mejorar la calidad de nuestro sueño. “Es importante cuidar la temperatura de la estancia donde dormimos o el ruido y la luz que puedan provenir de la calle o de la propia vivienda. Incorporar pautas sencillas como mantener horarios regulares o evitar el uso de dispositivos electrónicos antes de acostarnos también nos ayudará a iniciar y mantener un buen descanso nocturno, sin interrupciones y reparador”, concluye.