Los problemas más abundantes que pueden aparecer en la piel de los pacientes oncológicos son xerosis cutánea y prurito cutáneo. La xerosis cutánea es un notable aumento de sequedad de la piel y/o mucosas, que, en ciertos casos, puede ser bastante intensa. Puede producirse tanto por la enfermedad como por el tratamiento. De hecho, la deshidratación provoca pérdida de la eslasticidad de la piel y también descamación de las células, pudiendo provocar hasta heridas y fisuras con cualquier roce. En cuanto al prurito cutáneo es un picor continuo, acompañado de escozor, casi incontrolable y bastante incómodo, que sucede por la xerosis o porque los órganos internos estén afectados.
En el rostro, el cáncer también produce alteraciones como pérdida de hidratación y luminosidad. “El cutis adquiere un color cetrino y apagado siendo habitual la sensación de tirantez. También puede descompensarse la zona de los pómulos, provocando el hundimiento de los ojos… Los tratamientos que se emplean para tratar el cáncer provocan otra serie de cambios o problemas dérmicos: aumento de poros, dilatación vascular, hiperpigmentación… De hecho, cada terapia oncológica tiene sus efectos secundarios: por ejemplo, la quimioterapia provoca la aparición de rojeces, manchas, descamación en la palma de las manos y plantas de los pies. La radioterapia genera radiodermatitis, muy habitualmente, que se produce por las agresiones que sufre la piel por el tratamiento. Las células pierden su capacidad de regeneración porque se dañan los vasos sanguíneos que actúan en su renovación y aparecen eritemas, descamaciones e, incluso, se dan casos de úlceras”, comenta la creadora de BIOXÁN.