En este sentido, la doctora en Alimentación y Nutrición Laura I. Arranz, creadora de la Dieta Lógica y autora del libro Fibromialgia, nutrición y calidad de vida, indica qué hábitos alimentarios son claves para ayudar a los pacientes a tener una mejor calidad de vida. Una óptima nutrición proporciona todos los elementos indispensables para el buen funcionamiento del organismo y para la recuperación de todas sus funciones. El dolor y la falta de energía, habituales entre los enfermos de FM, pueden empeorar sin una alimentación lo más cuidada posible, ajustada en calorías y rica en nutrientes.
El descanso, el sueño y el ejercicio físico influyen en cómo el organismo aprovecha y utiliza los nutrientes: “El estrés empeora las funciones del sistema nervioso, del metabolismo, del sistema inmunitario y afecta, incluso, a la microbiota (flora) intestinal. Además, el estrés acentúa el dolor y favorece la ingesta de calorías, sobre todo en forma de azúcares y grasas que provocan un aumento de peso, inflamación crónica y estrés oxidativo. Al final, todo está relacionado, por ello hay que cuidarse en un sentido global”, afirma la doctora Laura I. Arranz.
La alimentación debe aportar día a día todos y cada uno de los nutrientes necesarios, pero no hay suficientes estudios todavía para demostrar que alguna de las dietas que conocemos: macrobiótica, grupo sanguíneo, exclusión, alcalina o incluso la dieta sin gluten, sea mejor que otra para esta enfermedad. Para obtener el máximo beneficio de la dieta es necesario a seguir algunos consejos:
- Controlar calorías. Es decir, comer lo necesario (ni exceso, ni defecto).
- Ingerir tres raciones de fruta y dos de verdura al día (una cruda y otra cocinada).
- Optar por raciones moderadas de cereales y pan, siempre integrales.
- Tomar derivados fermentados cada día (1 o 2 yogures).
- Introducir legumbres tres veces por semana (en cantidades pequeñas como acompañamientos o combinadas con verduras).
- Incorporar pescado azul dos veces por semana y, otras dos, blanco.
- Consumir cada día una pequeña ración de frutos secos (un puñadito de nueces, almendras, avellanas) y también de semillas (una cucharada de café de sésamo, chía, amapola, calabaza).
- Beber suficientes líquidos, unos dos litros de agua, también en infusiones, caldos y zumos naturales.
- Tener horarios ordenados, no saltarse comidas y evitar picar entre horas.
- Evitar el azúcar añadido y las grasas no saludables de alimentos como galletas, pastas dulces, refrescos, zumos azucarados, snacks, embutidos, etc.