Sin embargo, no todo lo que proviene del sol es necesariamente beneficioso. La radiación ultravioleta (UV) emitida por el sol es causante de múltiples efectos positivos y negativos sobre la piel.
Los efectos positivos incluyen la síntesis de vitamina D, bronceado o pigmentación estética y sensación de bienestar.
La piel se broncea como mecanismo de defensa ante la radiación ultravioleta emitida por el sol. En la piel tenemos unas células especializadas que producen pigmento, al que llamamos melanina, y que son responsables de la coloración de la piel y la protección contra los efectos dañinos de la luz solar. Estas células, llamadas melanocitos, responden ante la radiación solar produciendo más melanina y, por eso, nos bronceamos.
Los efectos dañinos de la radiación UV son acumulativos e irreversibles. Unos son inmediatos, como la aparición de eritema, la IPD (immediate pigment darkening ‘pigmentación inmediata’), la pigmentación retardada o las quemaduras solares, y otros acontecen de forma tardía, como el envejecimiento cutáneo o el aumento de riesgo de cáncer de piel, terreno donde se centra la mayoría de las investigaciones recientes.
La exposición solar intensa durante las 2 primeras décadas de vida se ha relacionado especialmente con el fotoenvejecimiento cutáneo y la formación de cáncer de piel. La disminución de la exposición a la radiación UV en la infancia podría potencialmente disminuir de forma significativa la incidencia del cáncer de piel en la edad adulta.
La radiación ultravioleta puede dividirse de acuerdo a su longitud de onda en tres tipos:
1) UV A – (320-400nm)
2) UV B – (290-320nm)
3) UV C – (270-290nm)
Para poder alcanzar la superficie terrestre esta radiación atraviesa diversas capas atmosféricas que actúan como un filtro, lo que permite el paso de un espectro de radiación comprendido entre la radiación UV B y los rayos infrarrojos. La UV C es filtrada por la capa de ozono por lo que no alcanza la superficie terrestre. La UV A penetra hasta las capas profundas de la piel (dermis) y provoca envejecimiento prematuro y cáncer de piel. La UV B afecta solamente las capas superficiales de la piel (epidermis) y es responsable de las quemaduras solares y cáncer de piel.
La cantidad de radiación UV que llega a la superficie terrestre se modifica según diversos factores:
• La hora del día (la mayor radiación llega entre las 11 y las 16h).
• La estación del año (en verano llega con mayor intensidad).
• La latitud geográfica (mayor radiación cuanto más cerca del ecuador).
• La altitud (mayor radiación a mayor altitud).
• Las nubes y la polución disminuyen la cantidad de radiación.
• La capa de ozono (llega mayor radiación en aquellas zonas con una capa disminuida, como los polos.
La fotoprotección tiene como objetivo la prevención del daño que la radiación UV realiza en la piel. Las medidas de fotoprotección son aconsejables en todas las edades.
Entre un 50 y un 80% del daño inducido por la exposición solar que un individuo recibe durante toda la vida se realiza durante la infancia y la adolescencia, y es durante estos períodos críticos en los que la exposición solar intermitente e intensa causa quemaduras que incrementan el riesgo de cáncer de piel en la edad adulta.
Las estrategias de fotoprotección de acuerdo con las guías nacionales e internacionales recomiendan lo siguiente:
• Evitar la exposición solar especialmente entre las 10 y las 16h.
• Cubrir la piel con ropas y gorros adecuados.
• Llevar gafas con protección solar.
• Usar fotoprotectores diariamente.
• Protegerse también en días nublados, porque la radiación UV puede atravesar las nubes.
• Protegerse del sol, aunque la piel esté bronceada porque puede quemarse.
En la infancia es frecuente que se produzca una exposición solar prolongada, ya que en esta época se realiza un mayor número de actividades al aire libre. Se sabe que los niños reciben el triple de radiación solar que los adultos.
Los fotoprotectores son aquellas sustancias que absorben y filtran la radiación UV (lo que evita su penetración hacia la epidermis y la dermis), dispersan y reflejan las radiaciones. En la actualidad también hay sustancias que actúan previniendo o reparando los daños inducidos por las radiaciones solares.
Su uso correcto es fundamental para que sea efectivo. La mayor efectividad del fotoprotector se consigue aplicándolo generosamente de 15 a 30 minutos antes de la exposición solar y reaplicándolo en zonas expuestas al sol cada una a 2 horas o tras actividades físicas intensas que puedan eliminarlo de la piel, como nadar, sudar excesivamente o limpiarse con la toalla. Es recomendable que el fotoprotector seleccionado sea muy resistente al agua y a la fricción.
La selección de un fotoprotector depende del fototipo. El fototipo se refiere a una clasificación para designar a las pieles más sensibles al daño solar agudo y crónico (fototipos I, II y III) y diferenciarlas de aquellas que no se queman fácilmente y por el contrario, se broncean rápidamente (fototipos IV y V) o están constantemente pigmentadas (fototipo VI).
Básicamente, el fototipo depende de la etnia, es decir, los fototipos I-III corresponden a individuos blancos-caucásicos de USA, Canadá, Australia y norte de Europa. Los fototipos IV-V a individuos de origen indio, hispanos y asiáticos. El fototipo VI a la raza negra.
Los fototipos I-III deberían utilizar protectores solares de muy alta protección diariamente. Otro factor a tener en cuenta es la textura del fotoprotector, ya que, por ejemplo, pacientes con pieles grasosas/oleosas requieren un gel-crema que no sea graso ni comedogénico; por el contario, pieles resecas necesitan una textura hidratante como una crema. Los que vienen en spray o espuma son más fáciles de extender en grandes superficies como los brazos y espalda.
También es importante tener en cuenta que la mayoría de las sustancias que contienen los protectores solares y que nos protegen contra la radiación ultravioleta están activas como máximo 4 horas. Por tanto, idealmente se debe volver a aplicar fotoprotector sobre todas las áreas expuestas al sol cada 3 o 4 horas si se va a estar expuesto. También deberá volver a aplicarse inmediatamente después del baño o la inmersión en agua por más de 30 minutos.
Habiendo entendido los riesgos y beneficios de la radiación solar, resulta evidente la necesidad de incorporar el uso de un fotoprotector a nuestra vida diaria. Es cuestión de transformarlo en un hábito. El daño que produce el sol sobre nuestra piel es acumulativo, es decir, el sol afecta nuestra piel no solamente en el verano cuando vamos a la playa, sino diariamente cuando caminamos por la calle, salimos a la tienda, andamos en la bicicleta, etcétera.
La mejor manera de cuidar nuestro cuerpo, incluyendo nuestra piel es a través de la prevención. En este sentido, los fotoprotectores son la mejor inversión en la prevención, cuidado y mantenimiento de nuestra piel todos los días. FV
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