Sin apenas darnos cuenta se nos ha ido el 2016. No somos conscientes de las cosas que hemos ido haciendo a lo largo del año y, si lo fuéramos, nos asustaríamos. Alguien dijo alguna vez aquella frase que dice “lo hicimos porque no sabíamos que era imposible”. Eso es lo que nos pasa cada año que termina: hemos hecho tantas cosas que nos parece imposible. Y si miramos atrás, si por un instante cerramos los ojos y recordamos algunas de las cosas que hemos ido realizando, con seguridad encontraremos las dos caras de la moneda: alegrías y tristezas, aciertos y fracasos, sonrisas y lágrimas, cosas buenas y otras no tanto, verdades y mentiras… Como la vida misma. Y es que la vida es simplemente eso: una recopilación de vivencias que suceden, a veces, sin darnos cuenta.
Con la llegada del nuevo año tropezamos otra vez con la misma piedra. Con la ilusión renovada del año que entra nos imaginamos múltiples fantasías. Cuando las fiestas navideñas dejan paso al frío y tedioso invierno, empezamos con la alegría de un niño a estudiar inglés, alemán o chino, nos apuntamos por enésima vez al mismo gimnasio al que dejamos de ir el invierno pasado, o empezamos la colección de cochecitos de época que nunca terminamos. Así podríamos estar horas y horas describiendo, entre sentimientos de frustración, fracaso o insuficiencia, un sinfín de planes que nos hemos propuesto año tras año y que no hemos sido nunca capaces de cumplir. Es como si nos atrapara una fuerza interior que nos dirige hacia un fin, pero que a la vez nos impide conseguirlo. ¿Por qué sucede esto?, ¿cómo es posible que una y otra vez tropecemos con la misma piedra?
Las causas no son bien conocidas. Quizá se encuentren en el interior del ser humano. Puede que se deba a la necesidad del hombre de mejorar, de saciar sus propias limitaciones, de querer alcanzar aquellas metas que le perfeccionen. O a lo mejor el motivo esté en la falta de afrontamiento de sus propias debilidades, de sus propias limitaciones. Muchas veces el deseo de realizar cosas nuevas puede estar asociado a la disconformidad con uno mismo, con el deseo de intentar ser lo que no se es. Pero también puede estar provocado por el espíritu y afán de superación de la especie. Pensemos que si alguien no se hubiera molestado en golpear dos piedras intentando prender unas hierbas secas, todavía hoy comeríamos crudo…