"Es necesario insistir en tres pilares: el reconocimiento cardiológico previo a la práctica deportiva como medida preventiva, la realización del masaje cardiopulmonar a la persona en parada cardíaca junto a la desfibrilación temprana con la ayuda de un DESA (desfibrilador semiautomático) cuando se está fuera del ámbito hospitalario, como es el caso de las instalaciones deportivas y los lugares donde se realizan competiciones tanto de deportistas profesionales como de aficionados y, por último, el registro de las muertes por parada cardíaca, para que las estimaciones sean lo más reales posible”, explica Nuño Azcona, directorgeneral de B+Safe, empresa especializada en tecnologías de la salud y seguridad para las empresas, que da respuesta al problema de la muerte súbita con su patente DOC® (Desfibrilador Operacional Conectado)..
“En deportistas mayores de 35 años, la cardiopatía isquémica es la primera causa de fallecimiento por muerte súbita, un hecho muy llamativo si se produce durante una competición de masas y ante las cámaras de televisión. Pero, no debemos olvidar, que una gran parte de los deportistas practican en instalaciones públicas. Son personas de distintos perfiles: exdeportistas que vuelven a la práctica, tras varios años de inactividad, personas que deciden empezar a cuidarse, comenzando a practicar una actividad física sin revisión médica previa”, añade Azcona. Por ello, es importante que el ejercicio físico sea supervisado por un profesional de la salud.
En situaciones de máxima exigencia física, pueden ponerse de manifiesto anomalías cardíacas que pasarían desapercibidas en otras circunstancias vitales, llegando a producir incluso la muerte, si no se actúa con rapidez.
Es importante destacar que mientras en España, tras una parada cardíaca repentina, el índice de supervivencia se sitúa en un 4 por 100 en EEUU alcanza el 50 por 100 gracias a la implantación masiva de DESA en espacios públicos.
Estos equipos son capaces de revertir una situación de parada cardiorrespiratoria, también llamada muerte súbita, ya que si esta se produce disponemos de un plazo máximo de 5 minutos para asistir a la víctima con garantías de éxito. Además, por cada minuto que se pierde, desciende un 10 por 100 la probabilidad de supervivencia y aumenta el riesgo de padecer secuelas.
“Los responsables de las federaciones y clubes deportivos españoles muestran un interés creciente por incorporar la cardioprotección a sus instalaciones y los espacios preparados para actuar con éxito y salvar una vida en caso de paro cardíaco repentino, aumentan cada día. Pero, aún estamos a gran distancia de alcanzar los niveles de vecinos europeos como Francia o Alemania donde el número de desfibriladores en espacios públicos supera ocho veces el de España”, asegura el director general de B+Safe.
“La legislación no ayuda al respecto, ya que sólo cuatro comunidades autónomas: Andalucía, Canarias, País Vasco y Cataluña, regulan de manera específica la instalación de desfibriladores en instalaciones deportivas”, concluye Azcona.