A medida que el cuerpo envejece, cambia la forma en la que los sentidos (gusto, olfato, tacto, vista y oído) pueden aportar información acerca del mundo que nos rodea y con el que interactuamos. Dichos sentidos se vuelven menos agudos y pueden aparecer problemas para diferenciar los detalles. “Los cambios sensoriales pueden afectar al estilo de vida. Se pueden tener problemas para comunicarse, disfrutar las actividades y permanecer involucrado con las personas, llegando incluso al aislamiento del individuo”, indican los doctores Carlos Saga y Xabier Altuna, de Policlinica Gipuzkoa.
Cuando percibimos a través de los sentidos, antes de que se haga consciente de la sensación, se requiere una cierta cantidad de estímulo y, llegado al envejecimiento, la cantidad de estimulación necesaria para que la persona se dé cuenta se vuelve mayor.
Todos los sentidos pueden resultar afectados por la edad
El olfato y el gusto juegan un papel importante en la seguridad y el disfrute de la vida, una comida deliciosa por ejemplo, puede mejorar la interacción social y el disfrute de la vida. Si disminuye la parte placentera del comer perdemos el interés, con el consiguiente deterioro de nuestro aporte nutricional. Además, el gusto y el olfato también permiten detectar peligros, como comida descompuesta, gases tóxicos, humo, etc.
La sordera es la tercera enfermedad más frecuente en la 3ª edad y su incidencia aumenta con la edad. “Las alteraciones de la audición implican una reducción de nuestra capacidad de comunicación, merman nuestra actividad intelectual y nos pueden exponer a riesgos ante la falta de atención a señales acústicas de alarma. La alteración de la comunicación descrita nos aísla y limita nuestras relaciones sociales, perdemos refuerzos emocionales y nos acercamos a la depresión”, afirma Altuna.
Otras de las afecciones que aumentan son el vértigo y las alteraciones del equilibro y “estas suponen un riesgo de caídas que en determinadas edades son sinónimo de fracturas, hospitalización y deterioro drástico de la salud general” apostilla Saga.
“Normalmente no podemos elegir el día de nuestra muerte, pero está en nuestra mano decidir cuándo dejamos de vivir de forma plena. Hacer todo lo posible por conservar nuestros sentidos en la mejor de las condiciones posibles aportará calidad a nuestra vida, nos hará más sanos y por supuesto, más felices”, concluyen los otorrinolaringólogos.