En la alta montaña la atmósfera es más fina y la radiación ultravioleta incide con más facilidad a la superficie. Los expertos calculan que por cada 1.000 metros de altitud el nivel de radiación aumenta un 15%. Además, la nieve puede llegar a reflejar el 80% de los rayos solares, elevando el riesgo de quemadura solar en la piel.
Por otro lado, la radiación solar se compone también de la radiación Infrarrojo-A, capaz de penetrar hasta la capa más profunda de la piel, desencadenando mecanismos de estrés oxidativo en las mitocondrias de las células de la hipodermis. Estos mecanismos son los responsables del daño producido en las fibras de colágeno, causantes del envejecimiento prematuro de la piel, lo que también es conocido por fotoenvejecimiento.