Si bien la relación medicamentos-conducción no es siempre negativa, puesto que los tratamientos pueden controlar las patologías y mejorar la aptitud ante la conducción, tanto los pacientes como los profesionales sanitarios deben ser conscientes (especialmente en épocas de grandes desplazamientos por carretera como es el verano) de que algunos fármacos tienen efectos que pueden alterar la capacidad para conducir vehículos. De hecho, y aunque la siniestralidad se ha reducido en los últimos años, en España un 5% de los accidentes de tráfico está relacionado con los medicamentos.
Además, un 25 por ciento de los medicamentos autorizados en España puede interferir en la conducción (esta cifra llega al 74 por ciento en el caso de los cien fármacos más vendidos) y en la mayoría de los casos el paciente desconoce el riesgo potencial y no ha recibido información específica sobre el efecto del tratamiento en la capacidad de conducción. A esto hay que añadir que cerca del 30 por ciento de los conductores está en tratamiento con algún fármaco (de estos un 64 por ciento toma dos o más medicamentos de manera simultánea) y entre un 25 y un 30 por ciento de la población se automedica, lo que puede suponer un factor de riesgo añadido para la seguridad vial.
Los principales mecanismos por los que los medicamentos pueden afectar a la conducción son:
Somnolencia o efecto sedante (el 20 por ciento de los accidentes se producen porque las personas se duermen al volante).
- Reducción de los reflejos y aumento del tiempo de reacción.
- Alteración de la percepción de las distancias.
- Hiperactividad.
- Alteraciones oftalmológicas o de la audición.
- Estados de confusión y aturdimiento.
- Alteraciones musculares (espasmos, calambres…).
En cuanto al tipo de medicamentos que más implicación puede tener en la seguridad vial se encuentran las sustancias psicoactivas como las benzodiacepinas, los medicamentos hipnóticos y los opiáceos, y también otro tipo de medicamentos como los antihipertensivos, los antidepresivos y los antihistamínicos. Por patologías, tanto los procesos agudos (gripes, infecciones febriles…) como los crónicos (asma, arritmias, diabetes, etc.) pueden influir en la capacidad de conducir, por eso hay que evitar conducir en las fases agudas hasta que estén controlados los síntomas o estabilizada la enfermedad. FV
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