Alrededor de un millón de personas en España siguen una terapia anticoagulante oral en la actualidad. De las mismas, cerca de 700.000 reciben tratamiento crónico. Una de las enfermedades crónicas que suele requerir tratamiento anticoagulante es la fibrilación auricular, que es la arritmia cardíaca más común. La doctora María Isabel Egocheaga, médico de familia del Centro de Salud “Isla de Oza” de Madrid, señaló que la mejora de la calidad del tratamiento anticoagulante ha favorecido especialmente a los pacientes ancianos. Además, la llegada de los nuevos anticoagulantes orales para ciertos perfiles de pacientes anticoagulados y la estandarización en la medición del tiempo de protrombina, permite un mejor control del riesgo de ictus y hemorragias.
Durante su intervención, el doctor Jaime Masjuan, coordinador de la Unidad de Ictus del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid y Coordinador del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología, comentó que los ictus constituyen la principal consecuencia negativa del mal control de la anticoagulación destacando que el reconocimiento de los síntomas del ictus por parte de la población y personal sanitario es el primer eslabón de la cadena asistencial.
Hoy en día, la educación sanitaria es clave para que los pacientes crónicos asuman un rol responsable sobre su enfermedad, garantizándose así la eficacia y seguridad de sus tratamientos. FV
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