Le leche materna es el mejor alimento que puede recibir un bebé, ya que es mucho más completa, es inocua y contiene proteínas, anticuerpos y grasas que garantizan el crecimiento y protegen al lactante de las dolencias más frecuentes, como la diarrea y la neumonía, según la directora del Banco, Gemma Valeta. Las madres facilitan la leche en recipientes estériles con el día y la hora de extracción y, posteriormente, la reservan en la nevera un máximo de un día y la congelan en su casa, a un mínimo de -20 grados, hasta un máximo de tres meses, cuando el banco pasa a recogerla.
Posteriormente, el banco la analiza para detectar virus y bacterias y clasificarla según si es calostro, de transición o madura. Después, se inicia el proceso de pasteurización en botellines de biberón, sometiendo la leche a una temperatura de 62,5 grados durante media hora, de forma brusca y cambiando la temperatura a cuatro grados durante 10 minutos, para eliminar virus y bacterias y mantener las propiedades de la leche. Una vez culminada esta fase, se almacena la leche en congeladores a -80 grados, a la espera que un neonatólogo prescriba la leche a un bebé prematuro, teniendo en cuenta que cada año nacen 685 bebés prematuros extremos, aunque la mayoría pueden ser amamantados por sus madres. Esta leche se prescribe como un tratamiento provisional que se dispensa en el hospital y que puede durar desde algunas horas (las primeras después del parto) o los días y semanas que se considere oportuno.
Gemma Valeta ha destacado la “gran implicación” de las madres donantes, que se informan de la iniciativa mediante el boca-oreja, las maternidades y asociaciones profesionales del sector. Para ser donante, hay que estar amamantando a un bebé propio, tener suficiente leche, presentar buena salud y llevar a cabo hábitos de vida saludables, de forma que se descartan fumadoras, consumidoras de alcohol, mujeres que se medican de forma regular, consumen drogas y tienen infecciones víricas como la hepatitis y el VIH. FV
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