Ser padres cambia muchos aspectos en la forma de vida, pero hay actividades a las que no hay por qué renunciar si se toman las precauciones necesarias. Una de ellas es viajar. Según la Asociación Mundial de Educadores Infantiles (AMEI), los niños y niñas pueden empezar a realizar viajes cortos a partir de los tres o cuatro meses de edad. La seguridad en la carretera y la atención a los cuidados del niño son dos aspectos primordiales para que las primeras visitas a la playa o el campo sean un éxito. Toda precaución es poca, teniendo en cuenta que los accidentes de tráfico son la primera causa de mortalidad infantil por lesiones y también provocan muchas discapacidades.
Coincidiendo con la llegada de las vacaciones y las operaciones salida que se irán sucediendo durante los meses de julio y agosto, la Asociación Mundial de Educadores Infantiles (AMEI-WAECE) lanza un conjunto de recomendaciones para que viajar con niños y niñas sea seguro:
1. Viajes cortos: es aconsejable que la duración de los desplazamientos no sea excesiva en los primeros viajes. Conforme pasan los meses y el infante se habitúa a la carretera, los trayectos pueden alargarse progresivamente. En viajes largos, es oportuno hacer paradas cada 200 kilómetros como máximo para estirar las piernas, tomar algo de líquido y jugar con el niño. Esto ayuda al conductor a mantener la atención y a no distraerse cuando esté conduciendo. Si los dos miembros de la pareja conducen, conviene hacer turnos para que ninguno de los dos llegue a cansarse.
2. Utilizar el coche de los padres: el mejor medio de transporte para un niño es el automóvil de los padres. De esta manera la familia consigue mayor autonomía, se asegura de trasladar todo el equipaje necesario y hace las paradas oportunas. Cuando el niño viaje en el vehículo de otros adultos, los padres deben comprobar que se cumplen las medidas de seguridad. Si el coche en el que viaja no dispone de silla, pueden colocar la de los padres, aunque si esta situación se da con frecuencia, es más cómodo comprar una silla específica para esas ocasiones.
3. Garantizar la seguridad en el vehículo: garantizar un buen viaje, sin consecuencias negativas, es lo más importante. Para conseguirlo el conductor debe afrontar el trayecto con tranquilidad, hacer una revisión del automóvil antes de emprender el viaje para tener garantías de que todos sus componentes se encuentran en condiciones óptimas, no fijarse una hora de llegada y conducir con serenidad. Los coches de cinco puertas son preferibles para las criaturas, ya que los de tres resultan incómodos para sentar a los pequeños atrás y ajustarles correctamente el arnés o el cinturón de seguridad. Por otra parte, es muy difícil sacar rápidamente al niño del coche en caso de emergencia y, en muchos vehículos pequeños, las pruebas de impacto frontal y lateral no garantizan la seguridad de los ocupantes. Además, en verano, es necesario comprobar las zonas metálicas interiores del coche a las que el niño pueda acceder, para evitar que se queme al tocarlas. Nunca es pronto para enseñar a los niños a comportarse con prudencia.
4. Sujetar bien a los niños con sillitas de seguridad: un niño jamás debe viajar en un vehículo que no disponga de los mecanismos de sujeción homologados. Aunque los padres tengan la tentación de llevar a la criatura en su regazo, está demostrado que, a una velocidad superior a cincuenta kilómetros por hora, un adulto es incapaz de sujetar al niño en caso de un frenazo repentino. Por eso, siempre debe viajar con dispositivos de seguridad adecuados a su edad y peso. A la hora de comprar una sillita de seguridad hay que tener en cuenta que el modelo elegido cumpla las normas oficiales y las leyes de homologación. Conviene elegir un modelo con reposacabezas y que el arnés se ajuste con facilidad y solidez. Nunca hay que apurar el uso de la silla de seguridad cuando empieza a quedarse pequeña. Si sufre un golpe brusco, es necesario comprobar minuciosamente que no se haya deteriorado. Por otro lado, desde el primer día, el niño debe viajar en el asiento de atrás. Para evitar lesiones cervicales, el sillín debe estar orientado contramarcha en criaturas de menos de 18 kg y hasta los cuatro años aproximadamente. Si ambos padres viajan con el niño, el que no conduce puede sentarse en la parte posterior para atender cualquier necesidad del pequeño.
5. Prevenir los mareros: los bebés menores de un año no suelen marearse porque aún no han madurado suficientemente el sentido del equilibrio que se localiza en los canales semicirculares del oído interno. Además, los bebés centran su mirada en los objetos y personas que se encuentran cercanos en su campo de visión y no hacen demasiado caso de lo que ocurre fuera del coche. Sin embargo, a partir de los doce o catorce meses, a los niños les encanta mirar por las ventanillas. Si, al hacerlo, las imágenes que ven pasan rápidas y en sentido contrario, se sobreestimula su aparato vestibular y sufren mareos. Hay niños más propensos a marearse que otros, pero conviene en todos los casos observar síntomas como el sudor frío, la palidez repentina, el aumento del ritmo de respiración, la producción exagerada de saliva o los bostezos sin la sospecha de que tengan sueño, porque son indicios de que pueden estar sintiendo mareo.
Para evitar estas situaciones desagradables y si el niño es propenso a sufrir mareos, a partir de los doce o catorce meses conviene poner la sillita en posición recta en la parte central del asiento trasero, en dirección a la marcha y tratando de atraer la atención del niño para que centre la mirada en la parte delantera del coche.