La córnea humana está compuesta principalmente por fibras de colágeno, que forman una malla, cuya misión consiste en mantener su forma para proteger la superficie ocular y para garantizar una correcta visión. Al frotar los ojos, se debilita esta red natural y se producen roturas en la misma que provocan un adelgazamiento progresivo del tejido corneal y su consiguiente deformidad.
“Imaginemos una pelota de fútbol que, debido a su uso, se va desinflando y adoptando una forma abombada. Lo mismo ocurre con la córnea, al frotarla en exceso ejercemos una presión que hace que se deforme progresivamente, dando lugar a un cambio en su forma y curvatura”, explica el Dr. José Luis Güell, coordinador del Departamento de Córnea y Cirugía Refractiva de IMO.
La ectasia corneal más común es el queratocono, una patología congénita que consiste en un adelgazamiento progresivo de la zona central de la córnea. Esta alteración provoca que esta parte del ojo adopte una forma cónica, lo que a su vez origina un astigmatismo irregular y una sucesiva disminución de la visión. Algunos estudios sitúan en un 45% el porcentaje de casos de queratocono asociados a frotamiento ocular.
Otras ectasias corneales menos frecuentes son la degeneración marginal prelucida y el queratoglobo, que también pueden agravarse si el paciente tiene el hábito de frotarse los ojos. El frotamiento ocular no es el único hábito que puede comprometer nuestra salud visual. Existen otros factores que pueden producir alteraciones en la superficie ocular. El uso continuado de pantallas de ordenador o de dispositivos móviles, puede dar lugar a esta alteración.
“Lo más común es parpadear entre 14 y 18 veces por minuto, pero las personas que trabajan frente a una pantalla, pueden llegar a reducir mucho esta frecuencia, lo que provoca que la superficie del ojo esté mal lubricada”, apunta el Dr. Daniel Elies, del Departamento de Córnea, Catarata y Cirugía Refractiva de IMO, quien recomienda el uso de lágrimas artificiales sin conservantes para evitar la sequedad ocular.
El tabaquismo es otro factor de riesgo de padecer ojo seco. También existen factores ambientales que pueden desencadenar ojo seco, como, por ejemplo, la exposición continuada a espacios con aire acondicionado, calefacción o un trayecto de varias horas en avión. Asimismo, las lentes de contacto reducen la sensibilidad, provocando una disminución de los reflejos cuando, por ejemplo, nos entra algo en el ojo.