En el mundo hay 19 millones de niños con deficiencia visual severa, 1.5M de los cuales son ciegos. Entre las causas destacan las patologías congénitas o hereditarias de la retina, sobre todo distrofias retinianas.
“Pese a que actualmente no son tratables, es importante diagnosticarlas y poder iniciar un estudio genético que informe sobre su pronóstico y la posibilidad de afectar a otros miembros de la familia”, explica la Dra. Esther Pomares, responsable del Departamento de Genética del Instituto y ponente del curso.
Según explica la Dra. Charlotte Wolley‐Dod, especialista de IMO y co‐coordinadora del encuentro, “la mayoría de casos se concentran en países en vías de desarrollo, ya que en nuestro entorno podemos dar solución a gran parte de problemas visuales que aparecen en la infancia, como enfermedades corneales, defectos refractivos o cataratas congénitas, que pueden solventarse con excelentes resultados mediante cirugía”.
Es importante la prevención y las revisiones habituales en el niño, desde el nacimiento hasta la primera década de vida. Es importante realizar un diagnóstico preciso, teniendo un buen conocimiento de las distintas opciones diagnósticas, básicamente la electrofisiología y las técnicas por la imagen, que pueden ayudar al oftalmólogo a poner nombre y apellidos a la disfunción visual.
El otro gran campo de actuación es proporcionar al niño y a sus familiares la ayuda psicológica y pedagógica necesaria para aumentar y/o fortalecer vínculos emocionales, a menudo debilitados por las dificultades de comunicación que pueden acompañar a la baja visión o la ceguera.