Los prebióticos y probióticos trabajan en simbiosis para proteger nuestro sistema digestivo, pero también se han incorporado a lo largo de los años en el cuidado de la piel. Siendo su naturaleza y acción muy diferentes, son complementarios. ¿Cómo diferenciarlos y para qué sirven?
Los prebióticos y probióticos son como los ángeles guardianes de nuestro sistema digestivo. Permiten restaurar nuestra microbiota intestinal (o flora intestinal), que está compuesta por todos los microorganismos que viven en nuestro intestino delgado y en nuestro colon, cuando este último está desequilibrado. Y es que los períodos largos de estrés, ciertos antibióticos o el consumo de alcohol puede alterar nuestra flora intestinal.
¿Qué son los prebióticos?
“Los prebióticos son fibras no digeribles derivadas de los carbohidratos de la dieta. Una vez en el cuerpo, los prebióticos ayudan a crear un ambiente ideal para el desarrollo de buenas bacterias. Son como el alimento para los probióticos”, explica la farmacéutica Belén Acero.
Los principales prebióticos alimentarios son los galacto-oligosacáridos (GOS), presentes principalmente en productos lácteos fermentados como el yogur, y los fructo-oligosacáridos (FOS), presentes de forma natural en muchas frutas, como la piña, el plátano, los frutos rojos o la manzana; en verduras, como el ajo, la alcachofa, los espárragos o el puerro; y en las legumbres, como las lentejas, los garbanzos o las alubias rojas y negras. Además, para ayudar al organismo también puedes encontrar prebióticos en forma de suplementos alimenticios.
¿Qué son los probióticos?
“Los probióticos son bacterias y levaduras presentes de forma natural en nuestra flora intestinal, que son beneficiosos para el sistema digestivo. Su interés es doble: por un lado, favorecen el desarrollo de buenas bacterias digestivas. Por otro lado, mantienen un equilibrio que hace que el organismo esté más “fuerte” y sea menos susceptible a los patógenos que, además, pueden causar trastornos digestivos como la diarrea, el estreñimiento o el dolor de estómago. Los más conocidos son Lactobacillus y Bifidobacterium: a menudo se agregan a los alimentos, especialmente a los productos lácteos, o están disponibles como suplementos alimenticios”, cuenta la farmacéutica.
Los probióticos también están presentes de forma natural en la mayoría de los alimentos fermentados, como pescado fermentado, productos lácteos fermentados, como el queso, el yogur o el kéfir. Por lo tanto, generalmente se recomienda consumir regularmente productos fermentados para el bienestar de la flora intestinal. La levadura de cerveza activa también es una excelente fuente de probióticos.
En conclusión “Los probióticos son organismos vivos, como bacterias o levaduras. Mientras que los prebióticos son moléculas que favorecen el desarrollo de determinados microorganismos”, finaliza la farmacéutica.