‘Niños descansados, niños felices’ es el nuevo libro del doctor Eduard Estivill, una guía práctica para conseguir que los niños aprendan buenos hábitos en casa, se acuesten felices y se levanten descansados. Todos los padres y cuidadores saben que si un niño no descansa bien, no estará preparado para afrontar los retos del día siguiente: le costará estar atento en clase, no disfrutará de las actividades y, además, su desgana podrá entorpecer la vida de toda la familia. Cada niño necesita sus horas de descanso y también rutinas y hábitos sencillos que satisfagan sus necesidades físicas y emocionales. Debe aprender a estudiar, a comer alimentos sanos, a practicar hábitos de higiene, y hemos de ayudarle a que se relaje antes de ir a la cama para que vaya de manera voluntaria.
¿Por qué es importante que los niños y niñas duerman bien?
El sueño es un taller de reparación y restauración física, y también un taller de memorización. Todo lo que aprendemos durante el día, lo memorizamos durante la noche. Así se configura la memoria. Por otro lado, durante el sueño, se produce la secreción de hormona del crecimiento, que determina la futura talla del niño, junto con la carga genética. Además, se produce el mayor número de conexiones entre las neuronas, lo que determina el futuro coeficiente intelectual. En resumen: mientras dormimos crecemos física y psíquicamente.
¿Hay alguna señal que nos pueda indicar que el niño no duerme bien?
El mal dormir se traduce en un mal día. El niño estará irritable, inquieto, con problemas de conducta, mal rendimiento escolar y, sobre todo, con peor disposición a seguir indicaciones para tener buenos hábitos. También se aprecian las típicas ojeras.
En ‘Niños descansados, niños felices’ pone énfasis en los hábitos. ¿Por qué son necesarios?
Porque dan seguridad. Exactamente igual que en el caso de los adultos. Saber qué se debe hacer y saber hacerlo bien provoca en el niño un estado de tranquilidad y seguridad. Es lo primero que aprenden cuando van a la guardería. Conocen sus rutinas desde el primer día: dónde colgar el abrigo, dónde guardar la bata, en qué sitio sentarse…
¿Afectan los hábitos al descanso de los niños?
El hambre es una necesidad del cuerpo. El comer adecuadamente es un hábito. El sueño es una necesidad del cuerpo, dormir bien es un hábito. Un hábito es realizar una actividad siempre de la misma forma. Es comer la sopa con cuchara, lavarse los dientes con un cepillo, ir en bici o conducir. Los hábitos siempre se aprenden. Nadie nace con un hábito aprendido. Incluso el hábito de comer de un bebé recién nacido precisa de la ayuda de la madre para llevarse a cabo correctamente. Por lo tanto, los hábitos que preceden al sueño (el hábito más importante que realizamos a lo largo de nuestra vida, ya que si llegamos a los 90 años habremos dormido unos 30) son básicos para dar seguridad al niño. Los malos hábitos, entre ellos los relacionados con el sueño, repercutirán muy negativamente en la calidad de vida del niño al día siguiente.
¿Qué alimentos favorecen el sueño de los niños?
Los que contienen triptófano. Esta sustancia, que se encuentra sobre todo en los lácteos, verduras e hidratos de carbono, sirve para formar la melatonina, que es la sustancia que nos ayuda a dormir mejor. Una cena ligera con estas sustancias favorecerá el sueño.
¿Duerme mejor un niño que hace deporte?
El deporte es bueno para todo, para el cuerpo y la mente, siempre que se practique sin exceso y nunca antes de ir a dormir. Debe realizarse preferiblemente antes de las siete de la tarde. Después de esta hora puede provocar dificultad de conciliar el sueño por una sobreactivación del cuerpo.
¿Si eliminamos la siesta, dormirá mejor el niño por la noche?
En absoluto. El cerebro necesita dos momentos de sueño, el que va desde las 10 a las 8 de la mañana y el que se da ocho horas después de habernos levantado. El cerebro necesita una pequeña necesidad de sueño. Esto le sucede a todo el mundo. Desde los niños a partir de cuatro y cinco años hasta los mayores.
¿Cómo afectan las tecnologías al sueño de los más pequeños?
Las tecnologías no son malas, pero deben usarse correctamente. Hay que controlar los contenidos, el tiempo de uso y, sobre todo, el momento de uso. No son aconsejables antes de acostarse por el efecto que produce la luz sobre nuestro cerebro: inhibe la secreción de melatonina y dificulta el sueño. Esto les sucede a los niños pero también a los adultos. Antes de irse a la cama pueden realizarse actividades que induzcan a la relajación y desconexión como las que propongo en el libro.
Hablamos de la hora de ir a dormir pero… ¿qué hay del despertar?
Para tener un buen despertar es imprescindible haber dormido las horas necesarias. En el libro brindamos una tabla con las horas de sueño en función de la edad. Si un niño duerme menos de lo que necesita, se levantará de mal humor, desayunará corriendo, mal o no desayunará. Tendrá mal humor y lo transmitirá a su entorno. En definitiva, empezará mal el día para él y para el resto de la familia.
En ‘Niños descansados, niños felices’, también habla de mascotas, ¿qué aportan ellas?
El contacto con la naturaleza, ya sea con plantas o, sobre todo, con animales, humaniza al niño, lo hace responsable y cuidadoso. Aprender a cuidarlas y, sobre todo, a respetarlas.
¿Qué visión tiene usted de la naturaleza?, ¿se relaciona con el descanso?
Totalmente. Nuestros antepasados vivían de sol a sol. Estando despiertos de día y durmiendo de noche. La luz y la oscuridad son los factores que más influyen en nuestro cerebro. Para tener un buen día, con luz, y un buen descanso, con oscuridad.
En su libro habla de la risa. ¿Cuáles son sus beneficios?
Es la consecuencia de un estado de felicidad que lleva a que lleguemos a la noche en un estado de relajación y sin problemas acumulados. Esto favorecerá la desconexión de la vigilia y propiciará un buen sueño.
¿Recomienda algún producto de venta en farmacias que pueda ayudar a los más pequeños a conciliar el sueño?
La melatonina en gotas es el único producto con una eficacia constatada. Existen estudios de seguridad y tolerancia que lo hacen totalmente adecuado para los niños. Eso sí, siempre recomendado por el pediatra o el farmacéutico, nunca como automedicación.
