Otro de los factores que deben conocerse es la elección adecuada de los fotoprotectores, así como su correcta aplicación. Agustín Buendía Eisman, profesor titular de Dermatología de la Universidad de Granada y coordinador del Grupo Español de Epidemiología y Promoción de la Salud en Dermatología de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), “no debemos fijarnos únicamente en el número de protección, sino que debemos fijarnos en la radiación de la que protege y de su forma de utilización”. Considera que la protección adecuada ante los rayos solares debe ser superior a 50, considerando las cremas de baja protección (con valores inferiores a 15) “ineficientes” como método defensivo.
Aunque se tiene la consideración social de que el bronceado es sinónimo de salud y belleza, es una respuesta a la agresión solar, es decir, una forma de protección de la piel sobre un daño externo. Por ello, Agustín Buendía Eisman advierte que “el bronceado no es sinónimo de salud y no debe considerarse como un síntoma de belleza”. Las mujeres adultas son las que más usan fotoprotectores, ya que buscan un bronceado de piel más intenso, frente a los hombres, que apenas se aplican productos solares.
La aparición del cáncer de piel puede tener un origen genético o puede derivarse de los distintos tipos de piel, pero, sin duda, el sol es el principal causante de la enfermedad. El incremento de los casos de cáncer en la sociedad está directamente unido con la tendencia al bronceado y la idea de belleza que la sociedad ha creado. Asimismo, la diversidad de tipos de piel deriva en la aparición de distintos tipos de cáncer. El carcinoma basocelular es el tipo más frecuente y suele asociarse a pieles muy dañadas por el sol y a pieles blancas que no se broncean, pero que se enrojecen o se queman. Este tipo de cáncer suele manifestarse en cara, orejas y cuello. Por otro lado, el melanoma maligno es el más peligroso y suele aparecer como un lunar, normalmente de color marrón o negro que cambia de color o presentación. Es una pequeña costra que crece, se cae y vuelve a crecer. Su cura nunca es definitiva y suele darse en la cara, la calva o el cuello. FV
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